11 may 2009

Matrimonio de conveniencia: Dinero para nada...






Me parece mentira que hoy, en los inicios del siglo XXI y metidos en una civilización que presume de ser moderna y que asume con orgullo la democracia y la igualdad de derechos entre hombre y mujer… Me resulta increíble que aún queden hombres y mujeres, chicos y chicas que todavía confunden eso de contraer matrimonio con lo de contraer patrimonio… ¿Cómo pueden ser tan borregos? ¿Cómo puede uno hipotecar su vida en el banco donde se depositan el dinero y el poder que conlleva?
El amor podrá confundirse con muchas cosas, seguro, pero nunca con la ambición de un estatus. Vivir en el lujo puede conllevar una seguridad en muchos campos, pero si en tu corazón no se implanta el amor hacia tu pareja, a tu equilibrio emocional le pueden pasar dos cosas: que se vuelva frío como el hielo y decida buscar lo que no hay en casa afuera o que se torne frágil y termines sintiendo que vives en una prisión de oro. Quizás conseguirás convertirte en princesa, o en príncipe, pero si no amas acabarás por no sentirte tampoco amada, o amado, y tu corazón concluirá tejiendo sus membranas con hilo de plomo o de cristal. Si consigues lo primero seguramente podrás resistir, si te pasa lo segundo tarde o temprano sucumbirás…

Ana y Carolina son hermanas. Mismo padre, misma madre, tejidas con parecidas lanas, aunque hay quien opina que en poco se parecen. Vana creencia de algún loco disgustado, pues ambas ofrecen con su presencia una estampa muy semblante: su flacucho plante, forjado en el gimnasio, su perfecto aspecto, decorado en los ateos quirófanos de San Gervasio, que escampa miradas varoniles con diáfanos y viles deseos… Su contoneante andar se viste siempre elegante, con provocativas y costosas ropas pagadas con la Visa Oro. Como divas, como dos vanidosas diosas, una amiga traidora insiste que las vio llegar en un precioso y caro coche el otro día a un famoso club privé de gala... De copas, claro. Lo que ella diga de más no nos importa: ella ignora que iban a hacer, no consiguió verlas, ella no escuchó aquella noche a esas dos señoras hablando en una sala reservada, fue una conversación corta pero intensa y que debería ser transcrita… Ana estaba preocupada y fue ella quien empezó…
–Hoy te veo tensa, a ver si consigues otra cita.
–¿No estás ya cansada de tanto flirteo, de estas frívolas escapadas?
–¿Sigues con la misma canción? Pasas demasiadas horas a solas, pensando… No sé para qué le pagas al psiquiatra. ¿Aún te tragas las pastillas?
–Sabes que hace años que las tomo… Nunca las he dejado…
–Pues parece como si hubieses ido al pediatra y te hubiera recetado natillas… Para ti no hay apaños… Continúas siendo aquella nena soñadora y tristona que conocí de pequeña… ¡Crece, joder, crece de una vez!
–¿Y ahora? ¿De qué vas? ¿Qué insinúas? Soy una mujer hecha y derecha…
–Eres una dama que da pena, una chica que no perdona el desarrollo de la trama en la que se metió y se empeña en soltar el rollo de la esposa sacrificada… ¿No querías ser rica? ¿No querías tenerlo todo? ¡Pues de todo tienes!
–Yo solo ansiaba amor, amar y sentirme amada… Sólo eso era, no quería otra cosa…
–¡Anda ya! ¡Acaba con esa quimera! ¿Y por eso te casaste con José cuando te seguía gustando Daniel? ¡Por favor! ¡Suelta otro cantar!
–Te pasaste… No sé… ¿Qué más vas a decirme? Yo pensé que estaba enamorada de él…
–¡Y vuelta a empezar! ¿Enamorada? Igual, sí… Estabas embrujada por su clase, sí, ¡por su clase social y económica! No me seas cómica… Si mi boda fue ostentosa la tuya fue, uff, una pasada de majestuosa… ¿Querías amor? A eso venimos… ¿Cuántos amantes habrás tenido ya?
–Antes me confortaban, quizás, mas con ellos solo obtengo sexo, a veces mejor y otras peor, pero solo sexo. Y eso, convengo, me calma los sentidos, pero no brinda cumplidos a mi alma y deja en mi corazón un vacío que no puedo llenar…
–Claro, ya entiendo tu razón, ahora que tienes todo el pastel, un suculento y gallardo pastel, lloras porque te falta la guinda… Y yo me río… Decidiste viajar con opulento fardo y ahora protestas porque añoras la supuesta armonía de una ilusoria e imposible alforja.
–No pretendo la gloria. Tú te entestas en jurar que la apuesta por el amor no se forja jamás en una realidad tangible. Mi fragilidad emocional insiste en que el desamor supone una agonía fatal y me cuesta, tú sabes cuanto, sobrevivir. Renunciaría hoy mismo a todas mis pertenencias por poder vivir un eterno romance.
–Ante eso pocas sugerencias puedo hacerte… ¿Por qué no te separas de tu marido? Quizás eso conllevaría un avance hacia esa ilusión que tanto has perseguido… No quiero verte más así, ahogada con el perno de la desesperanza.
–Admito que estoy tocada, querida, pero no hundida. Si el amor no me alcanza no voy a renunciar a la vida. Hoy toca chillar, soltaremos la pasión y encontraremos algún airoso acompañante con poderoso entusiasmo, je, je, y hoy gozaremos, disfrutaremos de un impresionante orgasmo. ¿Salimos a cazar?
–¡Salimos!


No hay comentarios:

Publicar un comentario